"¡El impactante escándalo del bacará revela la oscura verdad detrás de la realeza! ¿El último juicio que hizo temblar a la monarquía?"

Más de un siglo antes de la comparecencia del príncipe Harry que se llevará a cabo la próxima semana, el futuro rey Eduardo VII fue interrogado en un juicio ‘lascivo’.

El príncipe Harry es el primer miembro de la realeza en más de 130 años que se somete a un contrainterrogatorio en un tribunal, a medida que avanza en el Tribunal Superior de Londres su demanda de que los periodistas de los periódicos Daily Mirror, Sunday Mirror y People utilizaron métodos ilegales, entre ellos el hackeo telefónico, para obtener información sobre él.

La última vez que esto ocurrió, implicó una trama de sexo, intriga y bacará.

Muchas personas han aprendido por las malas que es mejor evitar los juegos de azar ilegales en los suburbios de la ciudad de Hull. En 1890, el príncipe de Gales, el futuro rey Eduardo VII, así lo descubrió durante un viaje al este del condado de Yorkshire.

El hijo de la reina Victoria, que tenía fama de mujeriego y apostador, llegó con un grupo que incluía a su amigo Sir William Gordon-Cumming, un oficial del ejército que le prestaba su casa al príncipe para los encuentros de este con sus amantes.

Esa noche, Gordon-Cumming acudió a Tranby Croft para una partida de bacará. El juego era técnicamente ilegal, aunque sumamente popular, sobre todo con el príncipe de Gales. Un miembro del grupo quedó convencido de que Gordon-Cumming estaba haciendo trampa en el juego al retirar y aumentar su apuesta de forma encubierta.

Gordon-Cumming negó las acusaciones y se acordó que todos los presentes guardarían el secreto para evitar arrastrar al príncipe de Gales al escándalo. Sin embargo, cuando se filtró la noticia, el oficial del ejército inició un proceso legal por difamación contra los miembros de la familia Wilson, a los que culpó de difundir chismes, y en 1891 el caso fue a juicio en el mismo tribunal en el que el príncipe Harry está demandando al Mirror Group Newspapers.

Según el escritor Michael Scott, que escribió un libro sobre el juicio, existía una enorme demanda de poder estar en la sala. El caso estuvo presidido por el presidente del Tribunal Superior, Lord Coleridge, que era propenso a quedarse dormido durante los juicios, que regaló los mejores asientos en la tribuna del público a sus amigos y que apareció con un hurón de mascota escondido en su “voluminosa toga”. Como señal de lo poco que han cambiado las cosas, los periódicos anunciaron el juicio prometiendo que revelaría “lascivos chismes sobre turbios asuntos en las altas esferas, junto con sutiles insinuaciones de trampas sexuales”.

La verdadera atracción fue el príncipe de Gales. Como indicó un reportaje contemporáneo: “Aunque solo duró 20 minutos, el interrogatorio del príncipe evidentemente lo fatigó en exceso y lo puso extremadamente nervioso. No dejaba de cambiar de posición y no parecía capaz de mantener sus manos quietas. Cuando se le hizo una pregunta más apremiante, más directa de lo habitual, se observó que el rostro del príncipe se ruborizó notablemente, y después palideció de nuevo, mostrando el estado de nerviosismo en el que se encontraba”.

Finalmente, Gordon-Cumming perdió el caso y su carrera, gracias a la ayuda de un juez que orientó al jurado para que se pusiera a favor del príncipe de Gales. No obstante, la imagen del heredero al trono sometido a un contrainterrogatorio causó un daño considerable a la reputación del futuro rey, y desde entonces los cortesanos de la realeza han hecho todo lo posible por mantener a los miembros de la realeza alejados de la sala del tribunal.

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